Políticamente corrector (de estilete)

viernes, 25 de diciembre de 2009

2030

En 2030, una supercomputadora llamada Cyborges IV será la encargada de editar la totalidad de los libros que se publiquen en Barcelona. Los libros podrán comprarse ya leídos, es decir que un usuario podrá optar por comprarlo en formato papel, digital o digital ya leído. ¿Cómo es eso? Pues consistirá en que el usuario se conectará a la web de Cyborges IV y -previo pago electrónico- se bajará directamente a su cerebro, a través de un microchip que el Estado nos habrá implantado, el libro que desee o necesite.

¿Ventajas? Quien tenga dinero, podrá convertirse en una persona culta con solo pagar por ello, ya que podrá incorporar a su cerebro las obras completas de Borges en apenas unos minutos, para luego asistir relajado y confiado a una cena oficial en la Embajada Argentina de Berlín, haciendo gala de sus conocimientos borgeanos.

La Seguridad Social de cada país proveerá de un microchip de uso obligatorio y gratuito, pero con solo los Terabytes suficientes para que almacenemos lo que al Estado le convenga (aspectos impositivos sobre todo), pero luego cada usuario decidirá ampliar cuantas veces quiera la capacidad de su memoria cerebral añadida.

En éste contexto, el acceso a la cultura estará supeditado al poder adquisitivo de cada cual, con lo que la democratización de la cultura se irá al garete, ya que el acceso a los mejores puestos de trabajo y al Poder irán de la mano con el dinero que cada uno pueda invertir en la ampliación ad infinitum de su memoria extendida. 

Predicciones editoreales

Estamos ante una ola digitalizadora que no creo que obedezca tanto a una necesidad o anhelo de la gente, sino a una imposición de las multinacionales, mil veces amplificada por supuesto con encuestas que hacen creer a muchos que es la sociedad la que decide volcarse a leer e-books.

A diferencia de la tendencia mayoritaria, creo que la digitalización acabará imponiéndose por la fuerza, la fuerza del marketing, aliado con el esnobismo de estar "a la última" que lamentablemente todo lo contamina. 

La nueva moda digital acabará imponiéndose y generalizándose hacia 2015. Pero hasta entonces, creo que el volumen de la edición en papel continuará aumentando, aunque cada año más tímidamente, entre 2010 y 2015.

Contrariamente a lo que pueda indicar la lógica, creo que a partir de 2015, si bien el volumen anual de libros editados en papel comenzará un lento declive, ese mismo proceso acabará por convertir, nuevamente, al libros en papel como un objeto de culto.

Para cualquier empresa o particular será más prestigioso regalar o consumir un libro en papel que el impersonal e-book, que -a pesar de su indudable practicidad- acabará por aburrir a buena parte de los usuarios, sobre todo a las generaciones de inmigrantes digitales nacidos antes de 1980.

El libro en papel se transformará en un factor de diferenciación, y sufrirá un lento resurgimiento luego de la furia inicial del e-book, que hará su agosto entre 2015 y 2020. Es decir que lo peor para el libro en papel será el quinquenio 2015-2020.

Hacia 2020, la hiperdigitalización tecnológica provocará un "efecto rechazo", ya que la gente buscará -en sus momentos de ocio- desligarse de todo lo que sea digital, debido a que el exceso de tecnologías utilizadas por todos en el ámbito laboral acabará por saturarnos, por lo cual volveremos a tener la necesidad de tocar, manipular, oler y disfrutar del libro en papel.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Embrión editorial

¿Porqué todas las grandes editoriales españolas prefieren pagar derechos de traducción y pagar a un traductor para volcar al español toneladas de obras mediocres del mundo anglosajón, en vez de potenciar la riquísima cantera de jóvenes autores iberoamericanos?

Me dirán que soy un ingenuo, que la respuesta es obvia, que el motivo es puramente económico. Yo de todos modos sigo creyendo que hay un componente de desidia, de falta de pasión por lo que se hace, de proyección y de protección de lo nuestro.

Entiendo que no sólo les resultaría más rentable, sino que además fundamentalmente contribuiría a desarrollar el mercado en nuestro idioma, el segundo más hablado en el mundo y con excelentes perspectivas futuras, con un número creciente de hablantes en todo el planeta.

Respecto a los propios editores, ellos saldrían claramente beneficiados, debido a que podrían dedicarse a hacer una verdadera labor de editores, ya que dejarían de ser simples compradores de "productos" anglosajones, ya hechos, ya testeados, ya editados en otros países.