Políticamente corrector (de estilete)

viernes, 25 de diciembre de 2009

2030

En 2030, una supercomputadora llamada Cyborges IV será la encargada de editar la totalidad de los libros que se publiquen en Barcelona. Los libros podrán comprarse ya leídos, es decir que un usuario podrá optar por comprarlo en formato papel, digital o digital ya leído. ¿Cómo es eso? Pues consistirá en que el usuario se conectará a la web de Cyborges IV y -previo pago electrónico- se bajará directamente a su cerebro, a través de un microchip que el Estado nos habrá implantado, el libro que desee o necesite.

¿Ventajas? Quien tenga dinero, podrá convertirse en una persona culta con solo pagar por ello, ya que podrá incorporar a su cerebro las obras completas de Borges en apenas unos minutos, para luego asistir relajado y confiado a una cena oficial en la Embajada Argentina de Berlín, haciendo gala de sus conocimientos borgeanos.

La Seguridad Social de cada país proveerá de un microchip de uso obligatorio y gratuito, pero con solo los Terabytes suficientes para que almacenemos lo que al Estado le convenga (aspectos impositivos sobre todo), pero luego cada usuario decidirá ampliar cuantas veces quiera la capacidad de su memoria cerebral añadida.

En éste contexto, el acceso a la cultura estará supeditado al poder adquisitivo de cada cual, con lo que la democratización de la cultura se irá al garete, ya que el acceso a los mejores puestos de trabajo y al Poder irán de la mano con el dinero que cada uno pueda invertir en la ampliación ad infinitum de su memoria extendida. 

Predicciones editoreales

Estamos ante una ola digitalizadora que no creo que obedezca tanto a una necesidad o anhelo de la gente, sino a una imposición de las multinacionales, mil veces amplificada por supuesto con encuestas que hacen creer a muchos que es la sociedad la que decide volcarse a leer e-books.

A diferencia de la tendencia mayoritaria, creo que la digitalización acabará imponiéndose por la fuerza, la fuerza del marketing, aliado con el esnobismo de estar "a la última" que lamentablemente todo lo contamina. 

La nueva moda digital acabará imponiéndose y generalizándose hacia 2015. Pero hasta entonces, creo que el volumen de la edición en papel continuará aumentando, aunque cada año más tímidamente, entre 2010 y 2015.

Contrariamente a lo que pueda indicar la lógica, creo que a partir de 2015, si bien el volumen anual de libros editados en papel comenzará un lento declive, ese mismo proceso acabará por convertir, nuevamente, al libros en papel como un objeto de culto.

Para cualquier empresa o particular será más prestigioso regalar o consumir un libro en papel que el impersonal e-book, que -a pesar de su indudable practicidad- acabará por aburrir a buena parte de los usuarios, sobre todo a las generaciones de inmigrantes digitales nacidos antes de 1980.

El libro en papel se transformará en un factor de diferenciación, y sufrirá un lento resurgimiento luego de la furia inicial del e-book, que hará su agosto entre 2015 y 2020. Es decir que lo peor para el libro en papel será el quinquenio 2015-2020.

Hacia 2020, la hiperdigitalización tecnológica provocará un "efecto rechazo", ya que la gente buscará -en sus momentos de ocio- desligarse de todo lo que sea digital, debido a que el exceso de tecnologías utilizadas por todos en el ámbito laboral acabará por saturarnos, por lo cual volveremos a tener la necesidad de tocar, manipular, oler y disfrutar del libro en papel.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Embrión editorial

¿Porqué todas las grandes editoriales españolas prefieren pagar derechos de traducción y pagar a un traductor para volcar al español toneladas de obras mediocres del mundo anglosajón, en vez de potenciar la riquísima cantera de jóvenes autores iberoamericanos?

Me dirán que soy un ingenuo, que la respuesta es obvia, que el motivo es puramente económico. Yo de todos modos sigo creyendo que hay un componente de desidia, de falta de pasión por lo que se hace, de proyección y de protección de lo nuestro.

Entiendo que no sólo les resultaría más rentable, sino que además fundamentalmente contribuiría a desarrollar el mercado en nuestro idioma, el segundo más hablado en el mundo y con excelentes perspectivas futuras, con un número creciente de hablantes en todo el planeta.

Respecto a los propios editores, ellos saldrían claramente beneficiados, debido a que podrían dedicarse a hacer una verdadera labor de editores, ya que dejarían de ser simples compradores de "productos" anglosajones, ya hechos, ya testeados, ya editados en otros países.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Normas de estilo (Mario Muchnik)

et al.: et alii, y otros

op. cit.: opere citato, en la obra citada

ms., mss.: manuscrito, manuscritos

Dos puntos: después de dos puntos se sigue con minúscula excepto si lo que sigue es una cita textual.

- Había tres personas: dos mujeres y un niño.

- Había tres personas y él aclaró: “Dos mujeres y un niño”.

En denominaciones compuestas, sólo la primera palabra va con mayúsculas, salvo cuando existe la sigla:

- Primera guerra mundial

- Confederación General de Trabajadores

Referencias bibliográficas:

Libros:

Autor, Título, cap., pág., etc., Lugar de edición, Editorial, fecha.

Artículos de revista:

Autor, “Título del artículo”, en Título de la revista, Nº, vol., pág., etc., Lugar de edición, Editorial, fecha.

Satisfacer: se conjuga como hacer. De allí que “satisf(i)cieron”, no satisf(a)cieron.

Raptar: sólo se rapta a una mujer a la que se sustrae con engaño y contra su voluntad de la casa paterna. Se SECUESTRA a un niño, otra persona o un avión con el fin de exigir a cambio dinero u otros bienes.

El (algún) agua fresca.

NO esta agua fresca.

El (algún) aula.

NO esta aula.

El (algún) área.

NO esta área.

El (algún) hambre.

NO esta hambre.

Hispanoparlante: NO existe, como tampoco el francófono ni el francoparlante. Existe sólo el hispanohablante.

sentaos y no sentaros

quedaos y no quedaros

mudaos y no mudaros

cambiaos y no cambiaros

Me CAUSO alegría. Nunca me PROVOCO alegría

MASACRE/MASACRADOS no se usa en español, MATANZA es la palabra.

Medio Oriente y no Oriente medio.

MONOSÍLABOS:

Nunca jamás se acentúan EXCEPTO para evitar confusión con otros significados:

Dio y no dio

Fue y no fue

Fui y no fui

Che (Guevara) y no Ché

Pie y no pié, excepto si es el verbo PIAR.

Fe y no fé

MOTU PROPIO

Jamás con preposición: motu propio y no “de” o “por” motu propio.

PLANTEAR:

Se PLANTEA un problema, pero se PROPONE una solución. Nunca “se plantea una solución”.

Porqué, porque, por qué: cuando se sustantiva como causa de algo, se debe acentuar:

¿Por qué se dio Juan a la bebida?

Del porqué Juan se dio a la bebida

Juan se dio a la bebida porque era tonto

Psiquiátrico: nadie jamás ha sufrido TRASTORNOS PSIQUIATRICOS, sino TRASTORNOS PSÍQUICOS, por lo que se lo pudo haber sometido a TRATAMIENTO PSIQUIATRICO.

Que, cual, quien, cual, cuanto, cuando, donde: llevan acento gráfico cuando funcionan como PRONOMBRES, dentro o fuera de signos de interrogación o admiración, y no lo llevan cuando son partículas  de relación:

No sé qué dijo, sólo sé que lo dijo

Dijo que cuando llegara avisaría,  pero no especificó cuándo

Venga de donde venga, no sabemos a dónde va.

Enrique Murillo

Conoce a Schávelzon y es amigo de Jordi Nadal (Plataforma) y de Javier Aparicio Maydeu (Posgrado Edición Universidad Pompeu Fabra).

El insulto en español (diccionario).

El insulto en español, de la A a la Z.

Forro. Profiláctico. Boludo, pelotudo. ¿Idolo o forro? Antonio Gasalla llevó la cuestión a la televisión argentina en los 90 y puso la palabra en boca de todos. “El Diccionario de la Injuria” demandó cuatro años de investigación. Sus autores sostienen que bajo el insulto se encuentran claves del lenguaje. Zonzo, poco diestro, torpe. Abombado, alcaucil, bambaco, bobalicón, bobeti. Gil, bah. En el arte del insulto las posibilidades son casi infinitas. De ahí que para algunos sea más fácil decir “zapallo” o “nabo", otros opten por un más almacenero “salame", y haya quienes consideren un mamerto al que para decir “tonto” elija “zanahoria".

¿Confunde? Para resolver esas y muchas otras dudas, y con un objetivo tan antropológico como didáctico, Sergio Bufano (periodista) y Jorge Perednik (poeta) reunieron todas estas opciones en su flamante “Diccionario de la Injuria", de editorial Losada, que estará en las librerías a partir de la próxima semana. Editado en Argentina, es el primer diccionario de este tipo y compila la mayor parte de insultos argentinos y latinoamericanos, además de los españoles que son los que más frecuentemente aparecen en los diccionarios.

“La carga extra de goce de estas palabras lleva a aumentar su producción, pero el mismo goce de esta producción, en su necesidad de satisfacerse, deja atrás innumerables palabras para seguir fabricando otras", explica Bufano.

Semejante relevamiento les llevó cuatro años y casi 300 páginas de recopilación, información e intercambio con hispanohablantes de España y América.

“Lo que más me sorprendió es la riqueza y creatividad de los insultos en otros países de América latina", cuenta Bufano. “Nosotros, los argentinos, pareciéramos habernos quedado más con el insulto que alude a lo sexual o a la madre, pero me pareció muy divertido que los mexicanos usen la expresión gustador de arroz con popote (sorbete)’ para decir que un hombre es homosexual".

Cabe, sin embargo, señalar en defensa de los argentinos que los mexicanos le dan a la palabra “chingada"— que en principio quiere decir tener relaciones sexuales— más de 100 significados diferentes según como se aplique. Y que hay en nuestro acervo insultos geniales como el de “ñoqui” (por el que llega el 29 de cada mes sólo a cobrar) o “kolynos” (para quien le faltan todos los dientes) que se destacan de la más común alusión a los órganos sexuales, el color de la piel, la religión o el ancho de las caderas.

Además de otros que por algún motivo nos impiden entendernos bien con otros latinoamericanos (¿como se explica que acá “perro” sea alguien malo o un jugador de fútbol con pocas habilidades y en Perú aluda a quien tiene mal olor en los pies?).

Para Jorge Perednik, en tanto, el insulto es un momento importante en nuestra cultura porque “a través de él se produce un desvío de la violencia física hacia la verbal, lo que produce un ejercicio dialéctico del enfrentamiento y es positivo al menos en términos de la salud y la especie". “Lo complicado —continúa Bufano— es cuando un grupo opta por utilizar siempre la misma palabra para decir muchas cosas diferentes. Que es lo que les pasa a muchos argentinos con la palabra boludo".

Ya sea que haga referencia a la opción sexual, la nacionalidad, la etnia, el coeficiente intelectual o las características físicas, la realidad es que la injuria que Jorge Luis Borges elevó al nivel de arte y Bufano y Perednik consideran demasiado efectista como para serlo habla tanto de quien insulta como de quien es insultado.

Libros sobre Edición

El control de la palabra (André Schiffrin, Anagrama, 2006).


Confesiones de una editora poco mentirosa (Esther Tusquets, RqueR, junio de 2005).


José Martínez de Sousa: 1. Diccionario de bibliología y ciencias. 2. Diccionario de edición, tipografía y... 3. Diccionario de lexicografía práctica. 4. Diccionario de ortografía de la lengua. 5. Diccionario de ortografía técnica. 6. Diccionario de redacción y estilo. 7. Diccionario de tipografía y del libro. 8. Diccionario de usos y dudas del español. 9. Manual de estilo de la lengua española.  

«Perdón, imposible» (citas)

«Perdón, imposible» (José Antonio Millán, RBA, 2005)

El veneciano Aldo Manuzio (1450-1515), el mejor de los impresores de su época –equivalente casi a los editores actuales- fue el instaurador de un modelo de libro que se ha mantenido hasta nuestros días.

Debemos al taller de Manuzio la aparición de la letra cursiva, más legible que la gótica que se veía usando en imprenta (y que se basó en la letra humanista manuescrita).

También aportó una puesta en página equilibrada con un sabio uso de los espacios en blanco en los márgenes, e incluso un formato nuevo: el de bolsillo.

Su emblema fue el ancla y el delfín –luego utilizado repetidamente- y el lema “festina lente” (apresúrate despacio), auténtica clave del trabajo editorial.

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La imprenta ayudó a extender y uniformizar el uso de los signos de puntuación, aunque durante siglos hubo usos muy diferentes, con variantes en distintos países.

Para el español, el impulso unificador vino de la Real Academia, que en 1742 incluía el embrión de los usos modernos en su “Ortographía” (por cierto, la puntuación se ha considerado siempre parte de la ortografía, aunque en el sentido popular, ortografía es lo que tiene que ver con las letras, mientras la puntuación se ocuparía de los signos. Pero hasta mediados del siglo XIX no podemos encontrar un sistema de puntuación estable.

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El punto y coma aparece en español en el siglo XVI, aunque con escaso uso.

En el Renacimiento fue muy frecuente que los : se llamaran “coma”, de hecho cumplían la función que hoy tiene la coma.

EN FRANCÉS, es común dejar un espacio ANTES y otro DESPUÉS de los dos puntos. “decía : el…”

El paréntesis aparece en los primeros libros impresos a finales del siglo XV, aunque ya era usado en los manuscritos. Su nombre proviene del griego “paréntesis” (poner al lado). Su misma forma recuerda dos manos curvadas que agarraran una porción de la frase, dice el maestro del XVII Jiménez Patón: “Paréntesis es un círculo grande, partido por medio, que abraza la razón inserta”.

En las últimas décadas (quizá por influencia del inglés), está cundiendo en uso de rayas en la función del paréntesis. Su función es exactamente la misma.

Si el narrador hace un comentario al final de la frase, no se cierra la raya de diálogo.

El signo ¶ o “calderón” es una forma especial de la letra P, inicial de “paragraphus”, palabra latina para “párrafo”. En los ordenadores este signo se utiliza precisamente para indicar el final del párrafo.

“Lo dijo Blas, punto redondo”: frase irónica que se utiliza para expresar que algo que otro ha dicho no se considera, ni mucho menos, cierto.

Comillas: latinas (« »), inglesas (“ ”) y simples (‘).  

Misceláneas de editor.es

              Su relación personal con los escritores es decisiva. Actúa como una comadrona literaria, un analista, un hombre de negocios y un mecenas. Cuando más estrechas sean las relaciones entre ambos, cumpliendo funciones de emitir y recibir noticias que sirvan para prever tendencias futuras. 

El editor no pretende con sus libros tanto satisfacer necesidades como crear otras nuevas.

Tiene como tareas (debe tener) la de saber desatar las energoas delos autores, descubrir la potencialidad de cada uno y encauzarla correctamente, para que el autor pueda crecer y asi hacer crecer nuestro objetivo como editor de ese autor.

Es el primer socio del autor, su primer interlocutor en el enjuiciamiento  del amnuscrito ye en un posible trabajo que le proporcione ese máximo de sustancia y calidad  del que es capaz cada escritor.

La clave hoy son las alianzas estratégicas.

Los chicos de hoy, a los 6 años, no tienen aún internalizado el idioma ni la lectoescritura, sin embrago se inician en la informática y los padres creen que están ante un genio, y sólo es un semianalfabeto.

Todos los problemas de la alfabetización comenzaron cuando se decidió que escribir no era una profesión sino una obligación y que leer no era una marca de sabiduría sino marca de ciudadanía.

“Dime qué lees y te diré quien eres.” (J. Claretie)

miércoles, 18 de noviembre de 2009

«Godgle» (IV)

Inexorable «signo de los tiempos»

 

Todo emprendimiento tecnológico con tan profundas implicaciones socio-culturales, lógicamente, crea un gran escepticismo inicial por la infinidad de implicaciones que conlleva. Pero no olvidemos que un emprendimiento de ésta naturaleza y envergadura es inexorable en la coyuntura histórica en la que estamos inmersos, teniendo en cuenta la vertiginosa evolución de las nuevas tecnologías digitales.

De cerrarle las puertas a Google, debemos saber que de todos modos, más temprano que tarde, lo intentarán otros Dioses 2.0, pero desconocemos si éstos otros están dispuestos a hacerlo con acceso gratuito como —al menos en principio— lo plantea Google Books.


Marco legal

 

Google tiene derecho a continuar con su «Cruzada Digitalizadora», y lo hará valer usando cada resquicio, intersticio y grieta que encuentre en los límites de la legalidad, en ocasiones difusa, sobre todo en relación a las nuevas tecnologías, campo en el que no es infrecuente toparse con vacíos legales.

Google detectó un nicho de mercado, incluso podríamos decir que lo creó —así como creó otros tantos productos y servicios innovadores— y usa esa posición dominante para acrecentar su dominio, pero ¿si no avasalla los derechos de autor, siguen existiendo motivos para rechazar la creación de una futura «Biblioteca Digital Mundial»?

 

Google Books y editores: ¿enemigos o aliados?

 

¿Existe una disyuntiva real? ¿Es correcto plantearlo como una guerra? Ya son varias las grandes bibliotecas mundiales que han firmado acuerdos o preacuerdos con Google Books para digitalizar sus fondos. Y, lógicamente, esa es la aspiración de cualquier biblioteca del mundo, independientemente de su ubicación geográfica.

El escollo es el costo de dicha digitalización, he ahí porqué nadie se ha ofrecido a hacerlo hasta hoy, ni siquiera los gobiernos de los países más ricos del planeta.

Bien planteada —respetando los derechos de autor y las leyes vigentes— la alianza de Google Books con editores, bibliotecas y gobiernos podría resultar muy beneficiosa tanto para ellos como para usuarios y autores.

 

Bibliotecas: ¿existe realmente un «bibliotecaos»?

 

¿Es éste el quid de la cuestión? Uno de los puntos álgidos en la disputa es la digitalización de bibliotecas públicas, ya que si determinada gran biblioteca acepta digitalizar su patrimonio, estará aceptando —y legitimando legalmente— que Google Books haga uso de libros que tienen derechos de autor y una editorial que los ha editado en papel, todo ello sin pagar a autores y editores.

Pero no es menos cierto que Google Books ya está buscando el modo de acordar con ambas partes, ya que sabe que buena parte de los autores es consciente de que también es una oportunidad de difundir su obra y generar ganancias, constituyéndose en otra vía alternativa pero sinérgica de potenciar la difusión y venta de su propiedad intelectual, reputación y prestigio profesional.

 

Digitimes

 

El salto que intenta Google Books es tan rupturista que su materia gris trata de no darles tiempo ni a a competencia ni a nosotros como usuarios a que tomemos conciencia de la real dimensión que implica la «Digitalización 3.0». Y hacen bien, si lo piensan como mero negocio.

Precisamente por eso nosotros debemos pensar como usuarios y no dejarnos llevar por las esporas que Google esparce por toda la faz de la Tierra.

Pensemos por nuestra cuenta, no permitamos que decidan por nosotros ni los gobiernos, ni Google, ni ambos juntos. Nosotros también poseemos mucho poder (de convocatoria, de decisión, como opinión pública). Ejerzámoslo contra viento y marea, ejerzamos un escepticismo crítico, no somos meros espectadores. Y si lo somos, no deberíamos serlo.

 

Godgle: ¿más o menos que su reputación?

 

  Aunque a fin de cuentas coincidamos, no nos dejemos llevar por la riada del deslumbramiento que produce éste nuevo     Dios 3.0 sin pensar por nosotros mismos. No creamos a pie juntillas en el Dios 3.0. Creemos un contrapoder social        para que Godgle sepa que sin creyentes no habrá Dios. Y el siglo xxi exige dioses que nos faciliten las cosas o no    tendrán nuestro apoyo. Ayudemos a Godgle a que nos ayude. Y no es una mero juego de palabras.

lunes, 2 de noviembre de 2009

«Goodglenberg» (III)

¿I feel goodgle?

¿Cómo nos sentimos, inmersos en la nueva era digital? ¿Estamos preparados para tantas analogías digitales, tan rápidas, tan mutantes, tan ajenamente nuestras? Pensemos juntos, porque la decisión nos incluye y nos influye. Mucho. Muchísimo más de los que muchos imaginan.

¿Cómo se siente usted frente a la posibilidad real de una Biblioteca Mundial Virtual en manos de un Big Brother? Casi todos necesitamos de una hermano mayor que nos guíe, pero ¿casi todos necesitamos que casi todo sea manejado por él?

¿Podríamos casi todos lograr que él no se adueñe del patrimonio de todos? ¿EsGoogle Books nuestro enemigo, nuestro aliado?

¿Quién es quién en el mapa del futuro digital?

Riesgos, ventajas, peligros, potencialidades… El punto de conflicto es quién lo haga y con qué objetivos. Hay una realidad indiscutible: para emprender tamaño desafío se debe disponer de dos cosas, la primera es muchísimo dinero, la segunda consiste en la voluntad de llevarlo a cabo sabiendo los riesgos de todo tipo que puede acarrear, además de los innegables aspectos positivos.

Ahora, si esa voluntad se rige por la ética y acepta todos y cada uno de los derechos de autores, editores y demás aspectos legales, ¿cuál sería el verdadero problema? El riesgo de un monopolio no es menos cierto que la posibilidad de una democratización en el acceso a la cultura universal, hoy imposible para tres cuartas partes de la humanidad.

¿Imperialismo 3.0?

¿Estaremos ante un caso de Imperialismo, pero «3.0»? Ese punto es neurálgico en la gran discusión en torno a Google Books, porque muchos analistas tienden a simplificarlo, otro a complejizarlo y una tercera vía promueve su politización.

Google Books tiene una «política de empresa», claro, como toda gran empresa. Pero de lo que se trata es de una nueva clase de capitalismo, innovador, que marca e impone tendencias, pero que también puede ser un gran aporte en el plano cultural.

El «Capitalismo 3.0» —al igual que el capitalismo de toda la vida— no tiene banderas y responde a lógicas e imperativos que tienen más que ver con los números que con las letras. Debemos permanecer atentos, pero sin mezclar (tanto) «cultura política» con «política cultural».

¿Pseudomecenas virtual del Tercer Mundo?

Si Google Books logra que un estudiante de un pueblo perdido de Marruecos, Chiapas o Tierra del Fuego pueda disfrutar —desde su casa, su colegio o la biblioteca popular de su barrio— de una visita virtual al Museo del Louvre, de hojear las páginas de la versión original del Quijote, de acceder a información, conocimientos, datos históricos, literarios, políticos o geográficos, entonces, la disyuntiva indudablemente adquiere otros matices, porque hoy por hoy esos chicos no tienen acceso a infinidad de herramientas a las que el Primer Mundo ya está habituado, porque además puede acceder a ellos por otras vías alternativas a Internet.

Ese ingente corpus de información, datos y conocimiento —bien usados, claro— puede resultar determinante sobre todo para fines educativos en países del Tercer Mundo, en el que los libros siguen resultando un bien suntuario.

¿Gran oportunista real del Primer Mundo?

Poniendo en la balanza los múltiples sus complejos aspectos, la balanza se inclina hacia otorgar a Google Books el beneficio de la duda, obligándolos contractualmente a respetar todos y cada uno de los aspectos legales nacionales e internacionales de cada caso, debiendo acordar con gobiernos, instituciones y particulares los derechos de copyright para cada caso.

De hacerse así, creo que no solo redundaría en beneficio de los menos favorecidos, sino que permitiría a autores y creadores mayor difusión y el cobro de derechos que hoy por hoy muchos de ellos no perciben, por uno u otro motivo, por las vías tradicionales.

lunes, 26 de octubre de 2009

«Gootenberg» (II)

Normandía D(igital)

Los cerebros de Google lo saben no solo mejor que nadie, sino antesque nadie: lograr un desembarco digital masivo en las costas de las grandes bibliotecas europeas y estadounidenses le otorgaría una posición de privilegio que catapultaría aún más a Google al Olimpo de Dios no ya «2.0» sino «3.0», sinónimo del mundo digital de la próxima década, que verá la definitiva irrupción de las webs semánticas.

Controlar un mercado así, prácticamente virgen,  en el que sin lugar a dudas florecerán pingües y nuevos negocios y nichos de mercado, es un sueño demasiado grande aún para Google.

En éste final de la primera década del siglo xxi, sin duda asistimos —que no asentimos— a la batalla más trascendental de la guerra digital cuyo ganador presidirá el Tratado de Websalles.

Riesgos, ventajas, peligros, potencialidades

El punto de conflicto es quién lo haga y con qué objetivos. Hay una realidad indiscutible: para emprender tamaño desafío se debe disponer de dos cosas, la primera es muchísimo dinero, la segunda consiste en la voluntad de llevarlo a cabo sabiendo los riesgos de todo tipo que puede acarrear, además de los innegables aspectos positivos.

Ahora, si esa voluntad se rige por la ética y acepta todos y cada uno de los derechos de autores, editores y demás aspectos legales, ¿cuál sería el verdadero problema? El riesgo de un monopolio no es menos cierto que la posibilidad de una democratización en el acceso a la cultura universal, hoy imposible para tres cuartas partes de la humanidad.

ADNorteamericano

El hecho de que Google haya nacido en California nos da mucho miedo. Me incluyo. Darle luz verde a un mastodóntico y tal vez irreversible monopolio no es broma. Sospechar que detrás pueden mover hilos el Gobierno de EE.UU. y la CIA puede ser una exageración, pero lo cierto es que muchos de nosotros lo hemos pensado basándonos en elcurrículum de Estados Unidos.

Esa suma de realidades, posibilidades, potencialidades y paranoias es cierta, en la medida en que representa buena parte del pensamiento de las clases medias, a la que un servidor pertenece.

¿Existen alternativas válidas?

Tal vez podríamos detener a Google uniéndonos, pero ellos lo que hacen es adelantarse a sus competidores en algo que es casi una necesidad, han visto una veta que —además de brindar un servicio— puede ser un pingüe negocio, y no olvidemos que Google no es una ONG, sino una empresa cuyo objetivo es crear valor y ponerle un precio. Y está bien que así sea, hemos de reconocerlo.

Google Books pretende ser el primero en hacer lo que más temprano que tarde hará otra empresa, estadounidense o no, sencillamente porque ese es el paso lógico que sigue en la gradual e irrevocable inmersión en el mundo digital a la que está llamada la humanidad en el presente y joven siglo xxi.

Negar ese flujo imparable es negar el cambio de paradigma que ya se produce hace dos décadas, hace varios años que es un hecho que la migración de lo analógico a lo digital es un proceso gradual inexorable al que nadie escapa, esté o no de acuerdo con él.

Ética digital

Sus detractores levantan barreras jurídicas, legales, culturales y políticas. Sin embargo, podríamos resumir todo en razones económicas, que engloban a todas las demás. Lo determinante es obligar a Google Books —o cualquier otra empresa que pretenda hacer lo propio— a respetar a rajatabla todos los derechos de autor para que la futura «Biblioteca Digital Mundial» sea digna de sus contenidos, respetando al mismo tiempo a sus creadores, artistas y trabajadores. Pero no cometamos el error de demonizarla solo por su apariencia, sino que debemos analizar detenidamente qué implicaciones individuales y sociales conlleva tamaña aspiración.

jueves, 22 de octubre de 2009

«Googlenberg» (I)

Si Gutenberg viviese

¿Qué opinión le merecería Google Books? Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles hacia 1450, desencadenando tal vez la mayor revolución tecnológico-cultural de la historia de la humanidad.

Hoy, casi 560 años después, asistimos a otra revolución tecnológico-cultural —Internet— en cuyo contexto se enmarca un hecho probablemente trascendental: una empresa privada pretende digitalizar buena parte de esos millones de libros que produjo la imprenta hasta hoy.

Cinco siglos y medio después, el invento del inmortal herrero de Maguncia aún constituye el paradigma por el cual nos regimos.

Si Borges viviese

¿Vería hecha realidad la Biblioteca (virtual) de Babel? En cuanto a difusión, su «papel» podría ser —salvando las distancias, justamente, que no existen en el mundo digital— similar, ya que permitiría el acceso al conocimiento a más gente, de modo más rápido y económico. ¿Pero a quién perjudicaría? ¿Se trata sencillamente de un conflicto e intereses?

Todas las especulaciones que podamos hacer necesitan no solo mucha meditación, sino una mirada con perspectiva histórica que no tendremos sino hasta dentro de al menos una década. No olvidemos que la imprenta también necesito un período de implantación progresiva.

 

¿Cuál es la verdadera disyuntiva?


La disyuntiva no es digitalizar o no digitalizar, sino cómo hacerlo. Digitalizar millones de libros —muchos de ellos inaccesibles, lejanos, caros, agotados, inhallables, prohibidos, descatalogados, censurados, incunables— se ha constituido en una verdadera necesidad a ésta altura de la historia, aunque solo sea por el hecho de atesorar copias digitales de obras únicas que, por su carácter físico, son susceptibles de estropearse, mojarse, quemarse, robarse.


Libro, circulación del conocimiento


A pesar de la aparente paradoja, ¿qué es lo más democratizador? ¿Es realmente democrático no digitalizar, privando a la inmensa mayoría de la humanidad a acceder al menos en pantalla a ver obras cumbre de la ciencia, el pensamiento y la literatura universal?

Digitalizar el acervo cultural de la humanidad sería democrático en el contexto de que —hoy en día— solo una ínfima cantidad de investigadores, estudiosos y poderosos tienen acceso a ver (además de tocar y oler) ciertos libros de incalculable valor, al tiempo que otra cantidad mayor de ciudadanos de clase media de países del «Primer Mundo» tienen acceso a copias, más o menos fieles, de las obras originales.

Libre circulación del conocimiento

De todos modos, el porcentaje de población mundial que no puede acceder a ninguna de éstas dos alternativas continúa siendo amplísima mayoría, de hecho usted o yo hoy por hoy no tenemos acceso físico a la mayoría de los originales de las obras capitales de la cultura universal. ¿O sí?

A priori, la iniciativa ofrece visos de tender a democratizar y universalizar la cultura. A posteriori, ¿existen posibilidades reales de que la iniciativa degenere en una encubierta privatización de la cultura universal, al menos en su versión digital?

No olvidemos que, en buena medida, en muchos países aún hoy la cultura universal en su versión papel también está «privatizada», de uno u otro modo. El alcance y las implicaciones de la «Biblioteca Digital de Babel» son realmente inconmensurables.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Antonio María Ávila (FGEE)

El 3 de julio de 2009 Antonio María Ávila (director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España, FGEE) declara públicamente durante la presentación del «Estudio de Comercio del Libro»«La situación es catastrófica».

Al fin un comentario del establishment que parece haber retomado contacto con el planeta Tierra y no seguir hablando de «fantasías animadas».

Curiosamente, pasaron de hablar de «crecimiento» a «desastre». Lo que más irrita es que ciertos editores y altos cargos del mundillo editorial creen que el resto de actores del mecanismo que producimos la «magia» de que un manuscrito acabe siendo libro somos analfabetos, estamos desinformados o dispuestos a esclavizarnos para su provecho.

El mundo editorial necesita una profunda y urgente reestructuración, ese debería ser el titular de las noticias sectoriales. Y luego, la «bajada» debería rezar, para hacer honor a la verdad: «Los editores hace años que someten a sus colaboradores externos» a condiciones inmorales de trabajo, precios y condiciones de pago. Ahora es la hora de que los propios editores hagan lo propio con sus sueldos y los de sus altos cargos, que se han beneficiado durante décadas haciendo recaer en los colaboradores externos todas las crisis.

Hay que hacer autocrítica y bajar al menos un poco los niveles de hipocresía, ya no hay quien crea lo que dicen los grandes grupos editoriales cuando opinan sobre el mercado editorial.

Hay que replantar el modelo de negocio, empezando por buscar alternativas al pingüe negocio de los distribuidores y uniendo a los pequeños editores y librerías, que ven como cada día se prostituye y se manipula más y más para lograr acaparar espacio y poder, privando al lector de conocer libros de calidad por «comprar» escaparates a través de mayores descuentos y otras estrategias no muy éticas.

Hay demasiados libros, sí, pero hay demasiado pocos grupos editores que manejan medio centenar de «marketing-sellers», muchos de ellos absolutamente artificiales, que impiden que el lector conozca y consiga libros de verdadera calidad. 

Es una vergüenza que haya que recorrer media ciudad de Barcelona o Madrid para conseguir un ejemplar (estropeado) de autores auténticos, de «long-sellers», como me ha pasado con los libros «Voces encontradas» y «Voces abandonadas», ambos del ítalo-argentino Antonio Porchia, que tiene editadas dichas obras en la editorial valenciana Pre-Textos, pero son inhallables en las cinco principales librerías de Barcelona. Una vergüenza.


viernes, 4 de septiembre de 2009

Museos 2.0

Es un desperdicio de energía, recursos y dinero que aún muchos museos y centros culturales no aprovechen la potencialidad de la web 2.0, más rápida, barata y eficiente que otros medios de divulgación, sobre todo para la actualización constante de contenidos del día a día de dichos centros de producción de actividades estrechamente ligadas a lo cultural. ¿Será que están tomando impulso para dar el esperado "salto digital" para salvar la cada día más amplia "brecha digital"? Creo que se está trabajando y mucho en ese sentido en varios de los más importantes epicentros de la cultura, aunque ello no quita que se podría gestionar más y mejores recursos. Incluso el uso de las nuevas tecnologías sería un buen modo de ahorrar dinero para muchos ayuntamientos y gobiernos, lo que redundaría en beneficio de la sociedad en su conjunto. ¡Pues manos a la obra!

«Carta abierta a los Editores con mayúsculas»

 ¿Crisis? Esa palabreja está prohibida en el mundo editorial, que es el mundo de la fantasía más esperpéntica. Yo diría que es ciencia ficción, pobre Ballard, que en paz descanses.

Los dueños de los grandes buques insignia del panorama editorial hablan de que la crisis no afecta «demasiado» a sus editoriales y hacen vaticinios tan paradójicamente alentadores que uno no sabe si hablan de éste país o de otro, de éste planeta o de otro.

Cualquier profesional del sector, si es autónomo mucho más aún, sabe perfectamente —lo sabe de la manera más palpable y cruel, que es vivirlo en carne propia— que el sector está realizando una reestructuración feroz y muy poco inteligente, si se mira a largo plazo, si se mira más allá de la superficie, de la apariencia, del maquillaje.

¿Porqué «poco inteligente»? Porque, del total del «pastel» del presupuesto editorial, se pueden recortar varios tipos de gastos, y los editores —en general— están haciendo cirugía mayor sin anestesia con traductores, correctores, maquetadores, redactores, que somos quienes aportamos el valor añadido al libro, pero no lo hacen en otros sectores de menor peso específico editorial, pero que da imagen.

Conozco a varios editores con trayectorias consolidadas, una amplísima experiencia y sobradas aptitudes en el medio que están sin trabajo, o bien son sometidas a lo que yo considero un vejamen en el más amplio sentido de la palabra: les ofrecen pagarle la mitad de lo que cobraban hace solo un año. Pero el PVP de los libros no ha bajado un ápice.

Hay algo que no funciona. Mejor dicho, está funcionando mal. Se castiga al libro como vehículo cultural en el punto más crítico de su proceso de creación. Se puedes bajar el gramaje de tapas, de interiores, se puede ahorrar en laminados, terminaciones, etc. Pero no se puede bajar, y tan estrepitosamente, el gramaje de los «contenidos literarios».

Parece no importarles que haya una errata por página (cosa absolutamente inaceptable hace tan solo una década), no importa que aparezcan términos inexistentes, palabras mal cortadas o trackings ilegibles, importa que la cubierta sea impactante, que el marketing funcione, que parezca. Y tanto parezca logrará que perezca.

Aunque el contenido sea una falta de respeto al lector, tiene que entrarle por los ojos, el continente por sobre el contenido. El «libro objeto» muy por encima del «libro como bien simbólico» (citando al fallecido Pierre Bordieu).

La fachada del mundo editorial tal vez parezca en buen estado y hasta simule vitalidad, pero los fondos, los bajos fondos del edificio sobre el que se asienta el mundo editorial se cae a pedazos, sometiendo a casi todos los actores del circuito a condiciones de trabajo escandalosamente indignas.

Por eso, pido a los editores de renombre, de prestigio, dignos hombres de negocios, que también tengan dignidad con quienes aportamos un valor real al libro como bien cultural, que seamos tratados con un mínimo de respeto ya no digo personal, sino aunque más no sea profesional.

En la última década las tarifas del mundo editorial se han mantenidos prácticamente «congeladas», muy por debajo del aumento del IPC y del PVP de los libros que nosotros contribuimos a crear. Pero ahora, crisis mediante, los editores están haciéndonos pagar la crisis sobre todo a los colaboradores externos, los más desprotegidos del panodrama editorial.

No reivindico salarios justos porque eso sería, otra vez, ciencia ficción; sencillamente apelo a la ética profesional que tienen (o deberían tener) los editores como empresarios y como creadores de bienes culturales, de ese bien simbólico por antonomasia que es el libro.

La mayoría de profesionales del mundo del libro ya nos hemos resignado a cobrar nuestra hora de trabajo menos que una empleada doméstica (y a cobrarlo a los 30 o 60 días, además), pero que ahora se nos someta a amortiguar y amortizar los menores márgenes de ganancia rebajándonos las tarifas es una flagrante inmoralidad que no deberíamos permitir.

La inmensa mayoría de nosotros somos apasionados de lo que hacemos, poniendo de nuestra parte un plus que no es cuantificable pero sí es verificable, ese cariño o amor a nuestro trabajo hace que soportemos las durísimas condiciones de trabajo a la que nos someten. Pero creo que hablar de que la crisis no afecta demasiado al mundo editorial raya con la falta de principios y la burla hacia nosotros. Y sin principios, el final será triste, más triste aún.

Es hora de que los editores se sitúen en la realidad, dejando esa vacua vanidad y ese aura inventado que corona sus frentes y se acerquen un poco a esa realidad, sometiéndose a un autoexamen de conciencia, de prioridades y de principios.

Aunque lo no quieran ver y les aterre, la autocrítica es no solo útil, sino —en ciertas coyunturas como ésta— imprescindible. Se harán un favor a ustedes mismos, además de al sector en su conjunto, incluido el sufrido lector, que sigue pagando 20€ por un libro que ha sido corregido por una sola persona en jornadas maratonianas, cuando hace no muchos años por el mismo precio se ponía en manos del lector un producto de una calidad sensiblemente superior.

¿Quién se queda con ese «margen de ganancia»? Será por eso que algunos no notan la crisis, porque a costa nuestra siguen percibiendo los mismos beneficios.

Pero cuidado, porque a pesar de que estamos solos y desprotegidos no somos tontos. Tampoco los lectores, los buenos lectores, que pagan 15, 20 o 25€ por libros ilegibles que son una falta de respeto a quien intente leerlo sin tropezar con infinidad de erratas. Y una falta de respeto a ustedes mismos, editores de prestigio, porque el prestigio original estaba ligado a editar buenos libros. No lo olviden, porque de lo contrario han perdido la esencia de su trabajo.

                                                                                                    Barcelona, 27 de abril de 2009. 

«A is for Armageddon»

¿Buscaban un libro al que la palabra cool le venga como anillo al dedo? ¿Además quieren que sea divertidísimo? ¿Pero al mismo tiempo muy serio? Ese libro existe desde hoy. Hoy 3 de septiembre se publica en Inglaterra.

Se titula A is for Armageddon y lo escribió Richard Horne (publicado por Square Peg, editorial del grupo Random House). El libro, de 272 páginas y tapa dura —bellísima, la reproducimos en éste post— plantea un decálogo de catástrofes que podrían acabar con nuestra ya maltrecha Humanidad. Una especie de guía ilustrada hacia el desastre, pero con mucho humor.

Richard Horne

Diseñador gráfico y artista radicado en Londres, ha publicado varios títulos anteriores que se han convertido en best-sellers: 101 Things to Do Before You Die, 101 Things to Do Before You're Old and Boring y 101 Things You Need to Know and Some You Don't, traducidos a 16 idiomas.

Ha ilustrado los libros The Dangerous Book for Boys y The Pub Landlord's Book of British Common Sense de Al Murray. También diseñó e ilustró varias cubiertas de libros de la saga del celebérrimo Harry Potter de J. K. Rowling.

«A is for Armageddon»

Según Horne, las 10 plagas que podrían acabar con nosotros son:

I.              Hackers

II.            Inteligencia artificial

III.          Virus creados por el ser humano

IV.          Células madre

V.            Dominio de las máquinas

VI.          Internet

VII.        Armas nucleares

VIII.      Meltdown (Apocalipsis nuclear)

IX.          Clonación

X.            Grey Goo (nanotecnología molecular)

 www.aisforarmageddon.co.uk

 La web creada ex profeso para éste libro en particular es de una factura exquisita. Buenas tipografías, ilustración, elección cromática, contenidos… Una idea muy piola gráficamente bien resuelta (y potenciada). A esto lo pueden disfrutar gratis y rápido desde toda la Orbe.

Aquellos afortunados que tengan algún amigo en Londres le pueden pedir que les compren un ejemplar por 14,99 libras (algo así como 90 pesos patrios).

Fuente: Edición digital de The Times (www.timesonline.co.uk) del 2 de septiembre de 2009.

Traducción y adaptación: Julián Chappa